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El narcisismo online y sus implicancias biológicas

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El narcisismo online y sus implicancias biológicas

“Es habitual, hoy, estar trabajando en la computadora mientras miramos televisión o escuchamos música, y estamos pendientes de las redes sociales, los mensajes de texto, correos electrónicos o alertas de noticia en el celular. ¿Hasta qué punto nuestro cerebro está capacitado para sostener las tareas múltiples que las nuevas tecnologías promueven?[1], sostiene Facundo Manes, neurólogo y neurocientífico argentino.

Si internet revolucionó nuestra forma de estar conectados con el mundo, facilitando la globalización y el contexto para la conformación de lo que McLuhan denominó la “aldea global”[2], lo que se ha iniciado con la incorporación de los smartphones es una nueva forma de estar conectados con nuestra realidad cotidiana. Estos cambios, que ya son parte de nuestra vida, son muy recientes si los vemos en la perspectiva de la historia. La expansión de internet tiene poco más de 20 años, y la incursión del smartphone solo unos 10.

Una década es un período muy incipiente para determinar el alcance del impacto de una nueva tecnología en nuestra evolución como seres humanos y  sociales. Sin embargo, ya hay numerosos estudios que revelan algunas de las implicancias en las nuevas generaciones, las cuales han estado inmersas en el uso de dichas tecnologías desde su proceso de socialización primario y en su temprana construcción de relaciones con sus pares.

Facundo Manes, en una nota para el diario El País, revela algunas de las implicancias negativas que podrían tener estas nuevas tecnologías en nuestro comportamiento:

“El cerebro es, como cualquier sistema de procesamiento de información, un dispositivo con capacidades limitadas, sobre todo en la de procesar una cantidad de información por unidad de tiempo en el presente. Así, nuestro cerebro tiene dos “cuellos de botella”: uno es la atención (cuando tenemos dos fuentes de información suficientemente complejas, la eficiencia de una decae como consecuencia de la otra); y la otra, la llamada “memoria de trabajo” (el espacio mental en que retenemos la información hasta hacer algo con ella). Esta memoria tiene una capacidad finita en los seres humanos y es extremadamente susceptible a las interferencias. Cuando se intenta llevar a cabo dos tareas demandantes al mismo tiempo, la información se cruza y se producen muchos errores.”[3]

Susan Greenfield es Doctora en Neurociencia de la Universidad de Oxford y la principal especialista inglesa en el estudio del cerebro, además de autora de varios bestsellers sobre el impacto de las nuevas tecnologías digitales y los cambios que están generando en nuestra mente. En su libro Mind Change (2015) dedica varios capítulos a las implicancias del uso de las redes sociales en nuestra identidad, las relaciones y la sociedad. Veamos, a continuación, algunas de sus principales conclusiones.

Quienes usan Facebook y Twitter para coleccionar amigos virtuales reportan alcanzar mayor satisfacción que quienes solo las usan para mantenerse en contacto online con sus amigos de la vida real[4]. En forma alarmante, estos usuarios de Facebook se sienten más satisfechos con su vida cuando sus amigos de la misma red se transforman en una suerte de audiencia privada, en la que ellos pueden establecer un contacto unidireccional, en lugar de tener un intercambio recíproco. Inclusive, este comportamiento narcisista es más satisfactorio para ellos que cuando logran más amigos en el mundo offline, generados a partir de los nuevos amigos conocidos en el mundo online. Vaya paradoja: según los resultados de estos estudios, presentados en el libro de Greenfield, mientras muchos pretendemos que las marcas y las instituciones tengan un contacto más humano, aquí parecería que los nuevos hábitos en las redes sociales llevan a muchas personas a sentirse más felices cuando tienen una audiencia que sigue su vida, como una suerte de sensación panóptica egocéntrica. En lugar de estar felices por lograr una mayor interacción, somos más felices por tener una audiencia cautiva.

¿Pero dónde nace este narcisismo? En los últimos veinte años el número de personas que viven solas se ha duplicado en todo el mundo[5], sobre todo aquellos que tienen entre 25 y 44 años el grupo el más numeroso. El aumento de la soledad habría generado el contexto ideal para el uso y el éxito de las redes sociales online. Si consideramos que la soledad se refugia en la ilusión de una audiencia cautiva en las RSOL, lo cual nos brindaría un placebo con implicancias biológicas en nuestro cerebro. “Quizás sean las redes sociales el culto a la soledad. Una idea que podríamos definir como la cultura selfie: el reflejo que nos devuelve la imagen que queremos dar, pero que no proviene de un espejo de agua sino de pantallas de celular, que con filtros y retoque nos genera satisfacción instantánea”, describe Diego Geddes en una nota publicada en el suplemento Sociedad del diario Clarín en febrero de 2017, donde se presentan algunos datos[6] sobre las redes sociales en la Argentina:

  • 30% de las personas se saca 1 o más selfies por día.
  • El 70% restante se saca 1 selfie por semana.
  • 1 millón de selfies se toman por día y se comparten en redes sociales en la Argentina.

Otro gran cambio que se ha producido en la sociabilización entre adultos se refleja en un estudio[7] que observa un período de 20 años comprendido entre 1987 y 2007. En 1987 los adultos pasábamos un promedio de 6 horas por día en una relación cara a cara con otras personas, y 4 horas vía medios a distancia. Lo asombroso del estudio es que en 2007 estos valores se han invertido. En 2007 pasamos a más de 8 horas por día sociabilizando vía una pantalla y solo 2 horas y media en relaciones cara a cara.

En efecto, Zygmunt Bauman, el gran sociólogo, ensayista y autor de Modernidad Líquida afirmaba que Facebook generó su imperio en base a nuestro miedo a estar solos. La paradoja es que recientes investigaciones[8] sugieren que quienes están activamente interactuando con amigos vía Messenger y comentarios en Facebook reportan menos niveles de soledad, en comparación con quienes utilizan Facebook solo para observar de forma pasiva los perfiles y publicaciones de sus amigos, sin interactuar. Quienes menos interactúan muestran un alto nivel de soledad.

[1]¿Cómo afectan las nuevas  tecnologías nuestro

cerebro?http://elpais.com/elpais/2015/12/21/ciencia/1450693458_718084.html

[2]El término “aldea global” fue acuñado por el sociólogo canadiense Marshall McLuhan. El concepto aparece varias veces en sus libros The Gutenberg Galaxy: The Making of Typographic Man (1962) y Understanding Media (1964) y probablemente se haya popularizado a partir de estos. En 1968, McLuhan lo utilizó en el título de su libro Guerra y paz en la Aldea Global. Busca describir las consecuencias socioculturales de la comunicación, inmediata y mundial, de todo tipo de información, posibilitadas y estimuladas por los medios masivos de comunicación en la época de McLuhan, pero potenciadas exponencialmente por los actuales medios electrónicos. Sugiere que, en especial, ver y oír permanentemente personas y hechos como si se estuviera en el momento y lugar donde ocurren revive las condiciones de vida de una pequeña aldea: percibimos como cotidianos hechos y personas que tal vez sean muy distantes en el espacio o incluso el tiempo, y olvidamos que esa información es parcial y fue elegida entre una infinidad de contenidos.

[3]http://elpais.com/elpais/2015/12/21/ciencia/1450693458_718084.html¿Cómo afectan las nuevas tecnologías a nuestro cerebro? Diciembre de 2015.

[4] Mind Change (2015). Susan Greenfield. Penguin Random House. Página 102

[5] https://www.theguardian.com/lifeandstyle/2012/mar/30/the-rise-of-solo-living

[6] https://www.clarin.com/sociedad/selfies-parejas-avanza-cultura-narcisismo-amarse-mismo-moda_0_Sk7g16nue.html

[7]Sigman (2009). Well connected? The biological implications of social networking. http://www.aricsigman.com/IMAGES/Sigman_lo.pdf

[8]https://www.researchgate.net/publication/221513742_Social_network_activity_and_social_well-being

 


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